jueves, 5 de enero de 2012

LOS TRES REYES MAGOS DE ORIENTE



TA TA TA CHAAAAAAAAAN:

Muchos años ha, en una época propia de epopeyas y leyendas, y en medio de una intempestiva, tórrida y punzante tormenta de finísima arena, se inicia el transcurso de los hechos.

Tiemblan las piedras, retumban las areniscas.

A lo lejos, tanto como la luz de la luna y unos ojos claros permiten ver, corren velozmente tres diestros jinetes, salvaje galope, como almas que lleva el diablo. Por unos parajes donde no aparece ni Cristo (que por cierto aún no ha nacido) van estos seis protagonistas, estas tres parejas mitológicas de mutuo parasitismo: los tres jinetes y sus tres veloces bestias.
Cuando por fin se detienen brevemente para que la mitad más animal tome aliento, justo en ese momento, afilando la mirada, escudriñando el horizonte de las formas perdidas… se hace más nítida la escena…

Descabalgando los hombres, rehaciéndose los corceles… ¡Qué corceles ni qué gaitas! ¡jinetes!.. No… No… No… ¿Corceles con chepa? ¿jinetes horteras? ¿?¿?¿? Acerquémonos a los protagonisas. Necesitamos un poco más de luz de luna y un poco menos de arena en los ojos para distinguir la estampa: tres animales con joroba y tres medio hombres jorobados, con el semblante lleno de las babas que por esa carrera errática y extasiada los pobres  dromedarios de cerca (gráciles corceles a lo lejos), fueron soltando cual bulldog pastoso.

En efecto. Hoy es día de cabalgatas, de ilusión, de caritas infantiles deslumbradas ante el candor de la esperanza. Hoy es el día tan ansiado en el que millones de cartas recibirán la respuesta de sus majestades los Reyes Magos de Oriente, y en el que los dulces niños dormirán con un ojo abierto, a la espera de descubrir la magia de la Navidad... pero no nos dejemos llevar por un exceso de fantasía. La realidad no se aproxima ni por asomo a una épica singladura por el desierto.

¡Abrid los ojos!... tantos años con las mismas mariconadas. Pues yo no les he pedido regalos, y no porque no me los merezca (que me los merezco, doy fe) sino porque conozco la VERDADERA historia de esos tres flipados. Ni realeza, ni magia ni ocho cuartos. Prestad atención a lo que voy a contaros. Y es que no está nada claro que fueran reyes, ni muchísimo menos magos. De hecho, en la Biblia sólo San Mateo los menciona muy someramente, y sin entrar en detalles.

A diferencia del pobre Mateo, yo he tenido acceso a información totalmente verídica, y de primerísima mano, sobre lo ocurrido en Belén el año del nacimiento de Jesús (disculpad que no revele mis fuentes).

Ante todo aclaremos que los Reyes eran tres, tal y como aseguraba el Papa San León: Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque hay quien lo pone en duda (véase por ejemplo los pirados de los Armenios, que cuentan hasta de 12 magos).

Melchor: un tipo huesudo de facciones angulosas procedente de Amserdam, cubierto por blancos cabellos y blancas barbas. Pero no lucía canas el tío porque estuviese viejo, ojito, sino porque era muy albino de dios. De hecho, contaba 28 tacos cuando llegó a Belén. Lo que más le gustaba en el mundo era la Estrella Galicia, y las tardes de cañas y terraceo con los colegas.

Gaspar: un rubiales polaco, era el más joven (24 años) y el más guapetón de los tres. Andaba siempre metido en sindicatos y rollos de política por eso de cambiar el Mundo, que ya se sabe cómo son los cuasi-aún-adolescentes.

Por último estaba Baltasar: un africano entrado en la treintena, negro como el carbón, y aficionado a todas las artes en general, especialmente a la poesía. Nunca se olvidaba de guardar un block de notas en la mochila donde iba anotando las inspiraciones según le llegaban. Mi “cuaderno del alma”, lo llamaba.

Pues estos personajes que acabo de presentaros se conocieron en la Universidad, donde a pesar de la diferencia de edades coincidieron estudiando Filosofía. El caso es que congeniaron de perlas, el sistema los agotaba del mismo modo, y se pasaban las horas en la cafetería inmersos en profundos debates sobre el sentido de la vida, o en eternas partidas de tute… Una noche de baretos y antros  les dio la locura múltiple. Aunque la idea genial partió inicialmente de Melchor:

-          Bueno tíos, ¿por qué carajo tenemos que ser víctimas de esta sociedad capitalista?, ¡¡vamos a darle caña colegas!!! ¡¡Lo que mola es salir a la calle y aprender a sobrevivir con lo que se presenta a cada momento, lo justo y necesario!!

Pues hete aquí que ya tenéis a nuestros mozos en la protectora de animales. Un Pastor Alemán al que llamaron Herodes, tres flautas dulces y por hogar sus mochilas… fue lo único que necesitaron para transformarse en auténticos perroflautas. Defensores de la libertad sin medidas, viajeros del Mundo al son de “Adiós con el corazón”, “Ondiñas veñen” y “Yesterday” (una melodía por cabeza para conformar el repertorio de Los tres Flautistas y el Perro). Lo demás fue viniendo poco a poco y según recaudaban en las entradas del Opencor y del Gadis:

1.      Ropajes a medida comprados en varios Bazares Orientales, incluidas alpargatas y bombachos. Además, por hacer la coña se les ocurrió pillar unas coronas de plástico (y ahora ya sabéis porque algún historiador los confundió con reyes).
2.      Unos piercings guapos (región nasal, hélix – orejas para los ignorantes – y otros lugares que paso de detallar).
3.      Rastas (con no lavarse el pelo, punto).
4.      Playeras rotas a 3 euros el par.
5.      Rutas por ciudades cálidas (que tontos no eran, y de dormir en la calle tampoco era plan de pelar de frío).

Paréntesis: Aunque no viene mucho a cuento, Herodes estaba en la perrera por morder a un niño, pero eso no lo sabían Melchor, Gaspar ni Baltasar, así que no los juzguéis.

Tras unos meses de ciudad en ciudad, y hasta la coronilla de dormir en cajeros, paradas de metro y portales, se les ocurrió trasladarse a un lugar de mayor sosiego y recogimiento durante unas semanitas. Recalaron así en las ruinas de los Jardines de Babilonia, donde se encontraron con otras gentes con las que compartían estilo de vida.

-          ¡¡Wow, esto es la monda compis!! – dijo Baltasar (el negro, que ya sé que algunos sois más lentos y tras más de 20 años aún os cuesta reconocerlos) – se me ocurre que “ante mis ojos veo la ruinosa grandeza del pasado olvidado y la paz que nace de la hermosa naturaleza”.

-          Venga Balta, vale que aquí hay una marchita de la ostia, pero deja ya la movida de los versos que no se te dá, no se te dá… - le recriminó Melchor – y vengan ya unas birritas que la cosa promete.

Esa noche todo fue fiesta y buen rollo. El cachondote del Gaspar no tardó ni una hora en ligarse a las pivas más monas y de mejor tipo, mientras Balta continuaba componiendo a la luz de la luna y Melchor engullía un volumen de  cerveza superior al que se supondría físicamente razonable (y sin mear ¡eh!, que es ahí donde está el mérito).

Sobre las 4 de la madrugada les dio por la melancolía y la amistad a tope. Al lado del río, tumbados sobre la arena y mirando al cielo (“os quiero colegas”), se vieron sobrecogidos por la grandeza de las estrellas. Justo en ese momento se estaba grabando un reportaje para “Babilonios por el Mundo”, y los pillaron en plena entrevista con la tontería de las constelaciones. Aquí tenéis el motivo por el que otros historiadores creen que eran astrónomos, astrólogos y paridas semejantes.

Tras unos cuantos canutos, en ese momento de magnificación y empatía extrema (es decir, de pedo máximo e idas de olla supremas), justo pasó un cometa… y como estaban bastante puestos y muy mal del tarro… creyeron que el universo conspiraba para dirigirlos hacia el Paraíso.

-          Amigos míos, el destino nos llama a mayores designios, “viajemos juntos a través de caminos y tiempos”. Y mira tú el sino que justo aquí veo yo los medios de transporte que oportunamente han de dirigirnos hacia donde la “divina luz nos guía para abandonar la agonía”. Como me llamo Baltasar que la mismísima providencia nos los ha puesto en el camino.

Pues en fin, ya os imagináis el medio de transporte: unos camellos (realmente dromedarios, un nimio error histórico) a los que cargaron de marihuana. Ah, y como soy generosa y cedo mi cultura, aquí tenéis la explicación, salvando los equívocos reseñados, de por qué se usa el término camello para referirse al “individuo que trafica ilegalmente con estupefacientes”).

Les llevó varios meses atravesar el extenso territorio que separa Egipto de las tierras del Xallas. Siguieron la “estrella que los guiaba” hasta Santa Comba, donde se les brindó además la oportunidad de disfrutar una animada noche en tal cónclave de diversión juvenil, y finalmente hasta Belén.

Como estaban muy cansados y tenían algunas pelas ahorradas decidieron pernoctar bajo techo, en el Hotel El Portal (Belén). Sabed que la de Xallas es una comarca de gélidas temperaturas durante el invierno, así que no les tengáis en cuenta que olvidaran sus principios “callejeros” por una vez.

Y justamente en el mismo hotel se hospedaban María y José, que estaban de parto (María, no José). – ver entrada previa del blog – Con el escándalo que rodea al acto de parir, Melchor, Gaspar y Baltasar fueron a ver qué demonios ocurría, y ya se encontraron con el Bebé (Susiño, como lo llamarían después cariñosamente). No les cupo la menor duda (aunque al perro Herodes no le gustaba ni pizca el mocoso aquel, y lo miraba de reojo), que era un ser humano especial:

-          Apuesto que este que ha nacido será Rey o algo, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle – dijo Baltasar.

-          Yo también veo en sus ojos a un futuro crack – continuó Gaspar, el reivindicativo – aquí habrá chicha para años, te digo yo que el enano marcará un antes y un después. Dejará en pelotas al capitalismo, me ha dado un pálpito del copón.

-          Como que no es para menos, a él nos ha traído una estrella más brillante que la Galicia…- añadió Melchor – Susiño, ¡vas a ser un líder! ¡Abajo el sistema! ¡fuera los bancos! ¡queremos comunismo del bueno!... Paz para todos, hermanos.

Con estas palabras recibieron al Mesías nuestros amigos, y como ya sabéis, cada uno le dejó un presente (bajo la atenta supervisión de María, que no se fiaba un pelo):

1.      Melchor, el albino cervecero, le entregó un poco de mirra que le había regalado en Somalia una amante empeñada en perfumarlo un poco (decía que olía a cebolla, habrase visto).
2.      Gaspar, el rubio guapito, le entregó incienso, pues era muy aficionado a los “ambientes zen” y siempre lo llevaba consigo.
3.      Baltasar, el de África, por no ser menos, le entregó su piercing de oro, que le había costado muchos “Adiós con el corazón” en la puerta de los supermercados.

Y amigos míos,  así sucedió, y tal cual os la he narrado, la verdadera historia de los tres “Reyes Magos de Oriente” (pa que veáis que puñetera es la historia y como nos engaña, la jodía, que estará ahora descojonándose).