jueves, 27 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA




CAPITULO 3: LOS LEVANTAMIENTOS DEL DOS DE MAYO
PARTE I
El dos de mayo de 1808 después de que Napoleón hiciese sus trapicheos en Bayona para conseguir la corona y cedérsela a su hermano, que no todo lo puede hacer uno, ¡leches!, y además se estaba leyendo un libro muy bueno de : Ser Emperador es Fácil si Sabes Cómo y allí ponía que delegar responsabilidades era la base de un gran imperio y, a ver, tampoco era plan de llevarle la contraria a un best-seller. Pues eso, que el dos de mayo de mañanita a eso de las nueve llegó el general Murat (un cuñado trepa del Napo, a la altura de Urdangarín el tío) a buscar al infante Francisco de Paula, que se estilaba mucho por aquellas épocas cerrar tratos así, dejando hijos como prenda, luego ya se inventó el DNI y se pasó la moda.
Pues allá que llega Murat recién levantando, sacándose las legañas a buscar al niño:
-Nene, vamos, ven conmigo, que están tu padre y tu hermano esperándonos en Bayona.
-Anda, pringao, ahora me voy a ir yo, sí. Si están reponiendo Dragón Ball Z en Tele Madrid, que me he levantado a posta pa verlo.
- ¡Que te vengas neneee! Que allí te ponemos dibus también, no sé, algo francés, Tintín o algo…
- Tintín es de gays, gabacho, ¡anda y que te zurzan!
-¡¡QUE TE VENGAS MOCOSO!!
-¡Uy, lo que me ha dicho! Y sin tocar ¡eh! que soy infante, ¡que mi papi es rey! Ya verás cuando se entere la plebe…¡¡Rodriiii, hay aquí gabacho mu feo que quiere secuestrarme!!
Y el mayordomo, Rodrigo López de Ayala, que estaba hasta las narices de los gabachos, que se los encontraba en todas las esquinas, ¡¡50 000 en Madrid, habrase visto!!, que cuando iba al mercado tenía que esperar siempre a que compraran sus asquerosos quesos, que dejaban olor en todo: en el tocino, las manitas de cerdo, las tripas…¡todo con olor a roquefort! Decidió que ya era suficiente, que eso lo cortaba él por lo sano, ¡anda que no! ¡Se apresuró a la ventana, la abrió y y gritó el famoso:
-¡Pueblo, alcen las armas, que se llevan al infante!
Y desde ahí ya una locura…”¿Que se llevan al infante?”  “¿Como que se llevan al infante?”, “¡Paquito coge la escopeta y vete a palacio que me ha dicho a mi Carmen que los gabachos se quieren llevar al niño!”, “¡Meterse con niños, eso es tan francés!”, ¿Que los franceses son unos comeniños?”, ¿Que en el palacio hay un niño comiendo un francés ?”, “¿Qué?”, “¿¿Cómo??”, “Uy, un corrillo de gente voy a ver qué pasa”, “¿Manolo a donde llevas la escopeta?” “No sé, todo el mundo anda con ella por la calle”, “Bueno , si lo hace todo el mundo…”
Y a pesar de que la cosa empezó con un corrillo de decenas de personas, acabaron siendo miles las que tomaron las calles de Madrid armadas hasta los dientes con todo lo que tenían a mano: palos, piedras, agujas de coser…
Ante esto Murat se acojonó, que era sabida en toda Europa la fama del macho ibérico, ¡que eran mu brutos, leñe! y él era muy francés y muy fragilito, así que decidió darle una llamadita a las tropas francesas que habían cruzado a invadir Portugal y se habían quedado a vivir en Madrid, comiendo callos y bailando chotis:
-Hola, ¿es ahí la guerra?
-…
-Murat al aparato. Que digo yo que con 50 000 franceses en Madrid bien podría venir alguno a echar una mano, que tengo a los españolitos mu revueltos. Y además estamos en mayo, y los mayos, ya sabe usted que los carga el diablo. Mes de revoluciones de siempre.
-…
-Que me da igual que se hayan aficionado a los toros y al vino español, un francés, es un francés y debe luchar por la patria, tirar camiones de fruta y meterse con los deportistas españoles. No vamos a cambiar eso a estas alturas.
-…
-Bien, bien, nos vamos entendiendo. Pues me envía un batallón de infantería, un escuadrón de caballería y dos piezas artilleras pa que se calme la chusma. ¡Lo van a flipar!
Y los franceses, que no tienen sentido del humor ni entienden nuestras idas de olla, ni na, ¡¿no se ponen a disparar los muy hijos de las Galias?! Así, sin avisar ni nada, sin un “sujétame François, que no respondo...” ¡A mala fe! ¡¡Doce madrileños se cargaron con esa tontería!!
Eran las diez de la mañana, y España acababa de entrar, aún sin saberlo, en la Edad Contemporánea. Los madrileños se echan a la calle en masa, y comienzan a cazar franceses a lo loco, venga todos pa la saca. Entre las diez y las once y media dan muerte a un montón de gabachos tranquilotes que paseaban por las calles sin enterarse de la movida. ¡Si es que habían empezado ellos, jopé!, y nosotros somos de sangre caliente, que igual mañana nos arrepentimos, ¡pero hoy te mato, te mato y punto!
Y mientras el pueblo estaba dando el callo por las calles de Madrid, ¿qué hacía el ejercito?. Pues la mingurria ejército que teníamos, de 3000 personicas, estaba en el cuartelillo cruzado de brazos y murmurando: “qué movida, qué movida, chaval”, que a ellos le habían dado órdenes de no intervenir , y si hay algo que caracterizaba al ejército español era la obediencia, eso, y el afán de no meterse en líos, que ya venían escaldados de Trafalgar, que sabían que eran un pelín gafes, así que cuanto menos batallas mejor para todos, ellos mientras la plebe perdía la vida por defender el país, pues se hacían una partidita de damas o de billar, al que Fernando VII era un gran aficionado.
Mientras, los franceses fueron arrinconando a miles de madrileños en la Puerta del Sol, y allí los tenían, encerraditos a la espera de los mamelucos, que para el que no lo sepa eran unos soldados mu malos y mu fieros que se había traído Napoleón de Egipto, esclavos en su mayor parte. Los madrileños hicieron lo que pudieron, y algún mameluco mataron y todo, pero, a ver, que ellos eran muchos más, ¡¡y tenían caballos!! Pronto la revuelta es sofocada, con decenas de bajas españolas y cientos de prisioneros. Era la una del mediodía, y la manifa, como todas en España, había sido dispersada por los antidisturbios a golpe de porra, hay cosas que con el tiempo no cambian en Sol...

Continuará...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA




 CAP 2: MOVIDÓN EN BAYONA  O QUE RULE ESA CORONA.
(PARTE II)
(primera parte aquí)

Los reyes padres, por su parte, se abrieron para Madrid el 9 de abril. Carlos tenía un cabreo de muy señor nuestro:
-Esta no es manera de hacerme abdicar, no señor. Se puede decir que me obligaron, y va el hijo rana que me ha salido y se agencia la corona. Si ya no hay respeto por nada, en mis tiempos se esperaba a que el padre de uno falleciese para heredar. Pero no se va a quedar la cosa así, vamos hombre, ¡que de mi no se ríe ni Santa Rita bendita!

Mientras tanto Napoleón le hacía la pelota por igual a unos y otros, ya tenía el plan montado, como veréis a continuación: cuanto más confiasen en él, más fácil le sería después mandarlos a todos a tomar viento. No cabía en si de gozo de tanta inteligencia que le había dado el destino:
-Jopetaaaas, es que con España y Portugal de Europa ya no me queda casi nada por conquistar… y luego me pongo con Rusia… hay que ver, pero qué listo que soy, ya decía mi madre que iba a llegar alto.  Voy a llamar a los zoquetes esos, así me río un rato. A veeeeeeeeeeeer, creo que los tengo a los dos en contactos… mmm… efectivamente. Esto ya da tono, a veeeeeeer…
-Carlos IV de las Españas al habla, ¿dígame?
-Hola Carlos, soy Napo… llamaba para ver cómo van las cosas, ¿qué tal la familia?
-¡Ahh amigo mío1, la familia no me da tregua, disgusto tras disgusto. Está la parienta con una ciática que la tiene postrada en cama, y por encima ya te habrás enterado de que mi hijo se dedica a hacerme la puñeta…
-Estos jóvenes, ¡¡han perdido el norte por completo!! Pero el pueblo es pródigo con los buenos monarcas, reclamarán tu vuelta al trono, no te quepa duda. Si eso tomamos un cafecito en Bayona, hablamos un rato y así te desahogas, que te veo estresadito. Puedo llevar el portátil y redactamos un manifiesto para aclarar que te viste forzado a renunciar a la corona. Firmado por mí (aunque peque de poca modestia) tendrá mucho más impacto mediático.

Tras un extenso diálogo sobre el partido Francia-España del día anterior y algunos comentarios en relación a la subida del precio de la luz, Bonaparte finalizó la conversación con el Padre, y le mandó un whatsapp al hijo (para ser fieles a los hechos históricos, vamos a transcribir la conversación tal cual se produjo)


-          -Fer, ¿q tal? Ya m enterado q eres rey. ¡¡Felicidades tío!!
-          -¡Gracias Napo! Mira, t mando una foto mía con la corona. A q mola?
-          -T favorece mazo!! Tu viejo ya iba cascao, hay q dejar sitio pa los jóvenes.
-          -Ya t digo!! Ahora a ver si lo meto en el rollo del Imserso con mamá y se van pa Benidorm… así m dejan trankilo pa gobernar a mi aire.
-          -Ya sabes que tienes mi apoyo.
-          -Eres un colega de los q escasean, un tío legal! Muchísimas gracias! Contigo apoyándome los españoles se van a fiar mucho más de mí!!
-          -Oye, si eso quedamos un día para tomar unas birras.
-          -Ideal! dónde?
-          -Q te parece Bayona? Hay unos baretos q te mueres pa tapear, y t ponen toda la música indie del momento.
-          -Güai!! Qdams entonces, q día?
-          -El 20 de  te viene bien?, ok?
-          -Ok, nos vemos. Y repito: Gracias, tío!

Así, uno detrás de otro y con diferentes motivos, fueron llegando a Bayona:
El 20 de abril, Fernando, para tomarse unas cervezas y unas tapitas de calamares con Napoleón.
El 22 de abril, Carlos IV, para tomarse un café y unos canapés con Napoleón.
El 26 de abril, Godoy, que había logrado salir Carabanchel (donde lo habían metido por su intento de huida) gracias a la intermediación francesa, que lo quería cerca de Carlos IV para mediar a favor de la causa napoleónica. Se uniría a los canapés, pero por su parte no tomaría café (que le producía gastritis) sino té, que además le parecía mucho más chic y acorde con su sex appeal.

La tarde que Fernando VII se fue de tapas por  Bayona con Napoleón fue una de las peores de su vida, nunca lograría superar el engaño al que le había sometido su ídolo… Para que os imaginéis, es algo así como escuchar a Joan Manuel Serrat cantando raegetton, que la congoja no se te va ni pa dios… (y no os digo las pelas que se tuvo que gastar la corona después en psicoterapia para Fernando,  porque os asustáis fijo).  

-Que ni siquiera se atrevió a decírmelo en persona, joé, que tuvo que mandarle al pringado de Savary, no se vale, qué bajón - le diría unas horas más tarde el infante a un amigo - va y me suelta que la idea es sustituir a los Borbones por los Bonaparte, ya hay que ser falsos, pero falsos a tope de mala leche.

El 11 de mayo, en el café con Carlos y Godoy, Napoleón volvió a citar a Fernando y lo amenazó para que abdicase a favor de su padre.
-Ya ves, Fernandito de mi vida, soy rey de nuevo. Ahora te fastidias, por mal hijo.

Pero la felicidad no le duró demasiado a Carlos. El 5 de mayo el mariscal Duroc y Godoy redactaron un tratado que lo culpaba de todas las revueltas que estaban aconteciendo en España, y lo obligaban de nuevo a ceder la corona a Napoleón. Su mujer no daba crédito:
-Eres un pelele, marido… porque esta ciática no me deja ni moverme, de lo contrario otro gallo nos hubiese cantado… Así no hay pueblo que te respete, ¡coñe!! Y vas y le regalas la corona a un gabacho, a un afrancesado enclenque que seguro que ni es capaz de digerir un buen pote de garbanzos. Te parecerá bonito, a ver qué hacemos ahora. Sin reino ni nada, nos quedamos en la calle, porque eso de que te va a regalar un castillaco y bla bla bla aún está por ver,  no me fío ni pizca. Y aún querrás que me ponga a trabajar. ¡Es que no doy crédito, no doy crédito!. Ni mi esposo ni mi hijo son capaces de conservar lo que es suyo por derecho, dejándose engatusar por un mequetrefe, un gandul, ¡un pavo real con ínfulas de emperador!! No eres ni la mitad de hombre que Godoy, así te pinte Goya en algún retrato con cola de burro…
-Serénate mujer, y no blasfemes. ¿Qué querías que hiciese? Además, que quede claro que le canté las cuarenta al Bonaparte. Le dejé bien clarito que  los límites del territorio español no se tocan, nada de escindirme el reino que luego se queda en cuatro migajas repartidas por el Mundo, y además para religión, la católica, apostólica y romana. ¡¡No se me vaya ahora a llenar el país de descreídos!!
-Bueno, bueno… ¿y me querrás decir qué vas a hacer si se pasan por el forro tus condiciones?
-Pues recupero mi corona, que me sobran arrestos…
-Eso te lo crees tú… déjame sola anda… ¿por qué me castigaría Dios de este modo? Así te dé una ciática como la mía, a ver si espabilas, pardiez.

Evidentemente, el más feliz de todos era Napoleón. Estaba tan contentísimo que ya se le había acabado el repertorio de canciones de ducha: desde y Salta conmigo, Salomé y Un pasito pa lante a Danza cu duro y algún que otro éxito de Paulina Rubio… loquito tenía al servicio de palacio con tanta nota desafinada, pero nadie le iba a aguar la fiesta. Se reía sin venir a cuento y agasajaba a la Josefina con tantos besos que la pobre ya estaba un poco hasta las narices…  sobre todo desde que quería que lo llamase “mi emperadorzito”…  ¿no le valdría pichurri, cari o cuqui, corchos, que emperadorzito no había manera de pronunciarlo a derechas?…

Dominado por todo ese ambiente de megalomanía y autocomplacencia personal, el Emperador se sonreía ante el espejo, se arrancaba tres o cuatro canas y hablaba consigo mismo:
-Napoleón, molas, tío. Molas, a este paso vas a acabar la colección de países dominados muchísimo antes que la de cromos de futbolistas de la UEFA. Ahora lo que tienes que hacer es hablar con tu hermano _. España es mía, pero ando muy liado: tantos países que dirigir, las clases de inglés, el gimnasio… y algo de tiempo necesito para mí y la Josefina… no todo va a ser trabajar en esta vida…

No tuvo éxito con el hermano inglés que se  negó con la excusa de que España olía a ajo y los españoles eran gente poco glamurosa… así que tuvo que recurrir a José, rey de Nápoles (que era muy feo de nuestro señor, pero bien valía para rey, ya se sabe que el físico no lo es todo en esta vida)
En Como podéis observar, poco a poco Napoleón lo iba organizando todo a su gusto. Nunca dejaba de trabajar ni de manipular, y parecía que todo le salía a pedir de boca. El culmen a tanto trabajo bien hecho era el Estatuto de Bayona, Carta de Bayona o Constitución de Bayona, una Carta Otorgada que tendría que jurar su hermano José, y en la que se definía el estado constitucional bonapartista.






miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA






CAP 2: MOVIDÓN EN BAYONA  O QUE RULE ESA CORONA.

Yo abdico, tú abdicas, él abdica, nosotros abdicamos, vosotros abdicáis, ellos abdican… De esta guisa se instruía a los niños españoles en el noble arte de la conjugación verbal a principios de 1808. En las concurridas calles de las villas del país no se hablaba de otra cosa más que de las idas y venidas de Fernando VII y su padre Carlos IV. Que si ahora reino yo, que si ahora tú y de corona a corona tiro porque me toca… el caso es que nunca sabía el pueblo llano a quien le correspondía gobernar en cada momento, y no había día que no se montase alguna disputa a la sazón:

-Carlos, el rey es Carlos IV que lo leí ayer en El País.
-Anda, ya, Pepe. Carlos IV está ya pa jubilarse, ahora manda el hijo.
-Porque tú lo digas, ignorante. Carlos IV es el rey.
-Fernando.
-Carlos.
-¡Fernando!
-¡Carlos!

Y así una y otra vez, que no se podía aguantar tanta crispación… para quitarle hierro al asunto a los más jóvenes les dio por incorporar el término a su jerga particular:
-Jo, Juanchu, no abdiques tío… que el plan mola.
O lo que es lo mismo:
-Jo, Juanchu, no te rajes tío… que el plan mola.
Y la culpa la tenía el toca narices del Napoleón, que todo lo quería pa su imperial saca. Como ya os hemos contado, dominado por el ansia de aislar a Inglaterra decidió invadir Portugal, y de paso, se estaba dando un paseíllo por las Españas a ver cómo estaba el cotarro. Total, que el ejército francés entró en la Península el 18 de octubre de 1807, mientras Eugenio Izquierdo y el general Duroc pactaban el Tratado de Fontaibebleau para ir repartiendo los solares de Portugal entre los franceses. El ejército de Napoleón era, ante todo, discreto: elegante,  silencioso, con ese saber estar que sólo poseen los franceses…  un ejército pequeñín pero organizado, que iba entrando a “cuentagotas”:  22.000 efectivos de infantería y 3500 de caballería el 22 de diciembre, 25000 efectivos de infantería y 2700 de caballería el 9 de enero, 11000 efectivos de infantería y 1700 de caballería el 13 de febrero, otros 19000 hombres en marzo… vamos, más bien poca cosa, que ni ruido hacían por los caminos.

Hasta que en una ocasión Godoy, que no podía dormir porque la reina había pasado de él aquel día, se puso a contar soldaditos franceses en un intento desesperado por conciliar el sueño: un soldadito, dos soldaditos, tres soldaditos, cuatro soldaditos… ¡y así hasta 100.000! Y oyes, que 100.000 soldados ya no es moco de pavo y al valido se le puso cara de tonto: 
-¿Pues no nos estarán invadiendo los gabachos estos? ¿Habrase visto tal desfachatez? Que ni se han molestado en avisar, ya le vale a Napoleón, por lo menos nos debería haber mandado un sms, carambas… yo por si las moscas me voy con el Carlos y su paisana pa las Américas, que aquí huele a chamusquina y aún se me va a caer el pelo.

Lo que pasa es que el pueblo era eso, pueblerino, pero no tonto, y bien que captó las intenciones de huida a la monarquía. Claro, Carlos IV quedó como un gallinas, le entró la vergüenza real y, presionado por la multitud, no tuvo más remedio que abdicar en su hijo Fernando a día 19 de marzo, en Aranjuez.

No os podéis ni imaginar el fiestón que montó Fernando cuando le dieron la noticia. De hecho, en ese momento surgió la centenaria tradición del botellón, exitosamente mantenida generación tras generación hasta nuestros días. Se dieron cita en una plazoleta el nuevo Rey y todos sus congéneres, junto a una importante representación de las facultades madrileñas. La verdad es que a Fernando la cosa se le fue de las manos, él solo quería un poco de parranda con los colegas más íntimos, pero no se dio cuenta de que el evento que había creado en Facebook era abierto… y ya sabéis lo que pasa en esos casos: yo te invito a ti, tú a otros cuatro y esos cuatro a otros seis cada uno… ¡¡Si fue hasta algún francés de los del ejército napoleónico al que le llegó la noticia por el móvil!! A lo tonto se juntó tanta peña que tuvo que intervenir la Guardia Civil, más que nada por disimular y que pareciera que hacían algo ante las protestas del vecindario por el monumental ruido que emergía de la plaza (pero ya se sabe que a Fernando, por ser Rey, ni le llamaron la atención ni nada).

Aunque no tiene mucha importancia en lo que a la Historia de España se refiere, no podemos dejar de plasmar en este libro el gran cotilleo de aquel botellón: Fernando VII se lió con una de las estudiantes más populares de Biología, que se llamaba Ana. Se dice la chica le llegó tanto, pero tanto, tanto, a la patata, que se enamoró locamente  y hasta le pidió matrimonio. Lo que ocurre es que Anita no era de vestir esos trajes tan recatados que lo petaban en la corte, y le dijo que no, que estaba muy liada con su tesis sobre la Drosophila y que pasaba de compromisos, y más, si eran de sangre azul. Posteriormente inició una trepidante carrera como artista por todos los teatros del país, pero ese ya es otro cuento…

miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA


 

CAP 1: EL MUNDO ANTES DE 1808 o ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

 (PARTE 3)
 

Bueno, despues de este paréntesis para hablar un poquito de mitología Griega, volvemos con La Guerra de la Independencia Española, ese tema tan cool del que todo el mundo quiere hablar... 
Nos habíamos quedado con que estaba el Napoleón conquistando media Europa y solo le faltaba en su colección de territorios una Isla, y claro, el tío pensó en Gran Bretaña, que no tiene muy buen clima, pero es clásica y elegante, y el rollo del te con pastas a las five o'clock, le molaba, lo que pasa es que los ingleses son muy suyos y no eran de dejarse invadir, además tenían a Portugal de aliado y estaban dispuestos a dar guerra...
- ¿Los portugueses?-se indignó Bonaparte -Pues nosotros nos hacemos colegas de los españoles. Que a mi Carlos IV siempre me ha caído genial… ¿No tenían los españoles una Armada Invencible o algo así? Se la pedimos prestada un fin de semana, le decimos que es para una mudanza o algo.
Pero ponerse de acuerdo con los españoles no es cosa fácil. Napoleón ya no sabía a quién pedirle los barcos prestados, que si al rey que le decía que sí a todo y no hacía nada o a su hijo conspirador que le pillaba la corona sin avisar.

Si es que en la familia Real Española… ¡menudas movidas! Reinaba por esa época Carlos IV, (del que ya os hemos hablado aquí) que era, como manda la tradición en las monarquías españolas, mazo de campechano, tan campechano que parecía tonto. Se ve que llegó al trono con 40 tacos y apático, sin muchas ganas de currarse lo de Reinar, él era más de cazar elefantes en Botsuana. Así que básicamente se dedicó a atajar las ideas revolucionaras de Francia en los Pirineos, que una cosa es no querer reinar y otra buscarte una decapitación a lo loco… Se dejó aconsejar por Manuel Godoy, que era un trepa de cuidado, un listillo, que además de manipular al rey se tiraba a la Reina… Así transcurrieron unos años de reinado, hasta que el hijo mayor, Fernando VII, creció, y como no le habían puesto límites de pequeño se convirtió en el prototipo de adolescente malotillo que acaba en “Hermano Mayor” para que le reeduquen… ¡unos líos en palacio día si día también! Al principio solo pedía pasta para ir de botellón y fiestas privadas en la corte, pero se fue subiendo a la parra y ya ¡quería la corona!
-A ver, Fernando hijo, que hasta que tu padre no se muera eso no se puede- le explicaban.
-¡Que no, jopé! ¡Que yo no espero! Que el viejo tiene pinta de longevo…
Al chaval le daba reparo ser como Carlos de Inglaterra, el eterno heredero… Y si llegas al trono de viejo no lo disfrutas igual… Así que empezó a rayar con el tema a quien lo quisiese escuchar: “que si mi padre es un carca, que si no sabe reinar ni na, que si pa que las decisiones del reino las tome Godoy también las tomo yo , que por lo menos soy Borbón” .
El rollo es que mucha gente opinaba igual, y no le acababa de convencer Carlos como rey: esa apatía que tenía, ese colegueo con el amante de su mujer… ¡hombre por favor! Que si no se daba cuenta de que le estaban poniendo los cuernos cuando lo sabía hasta el Tato, mu listo no sería… Y aparte esa manía de hacerse colega de Napoleón, que sí, que sí, que era el puñetero amo de Europa y lo que quieras pero… ¡los franceses de siempre nos caen mal! Con esas cosillas Fernando reunió un grupo de adeptos y se dedicó a conspirar contra su padre…
En esas estaban cuando llegó Bonaparte con lo de invadir Inglaterra, idea que a Carlos le pareció cojonuda porque, por una parte le molaba lo de ser aliado del Napo (ese tipo de amistades visten mucho), y por otra… ¡pues tenía la cabeza distraída y se olvidaba un poco de los problemas familiares!

Y claro, el intento de invasión acabó como el rosario de la aurora… ¿Qué os voy a contar de Trafalgar? El viento en contra, el árbitro comprado, lo de la Armada Invencible una publicidad más engañosa que la del Titanic… Vamos, que perdimos… Es que jobá… ¡los ingleses viven en una isla, si alguien sabe de barcos serán ellos!
Napoleón se quedó muy frustrado con la derrota, algo a lo que no estaba acostumbrado. Del pique que se pilló decidió invadir Portugal, porque habían ayudado a Gran Bretaña y eso él no se lo perdonaba. Así que, ya que casualmente estaba pasando por España, se le pasó por la cabeza lo de hacer un dos por uno e invadirla también, que le habían vendido su armada como invencible y aquello era más bien un “hundir la flota” , que los franceses no entienden esas pequeñas exageraciones en las que caemos los españoles con un cubata en la mano, ¡¡y una mala leche y un mal perder que tienen!!, que nos la juraron desde entonces , que lo de tirarnos los camiones de la fruta viene todo de aquí... y ya llegamos a donde queríamos… ¡La Guerra de la Independencia!

Continuará...