CAP 2: MOVIDÓN EN
BAYONA O QUE RULE ESA CORONA.
Yo abdico, tú abdicas, él abdica, nosotros abdicamos,
vosotros abdicáis, ellos abdican… De esta guisa se instruía a los niños
españoles en el noble arte de la conjugación verbal a principios de 1808. En las
concurridas calles de las villas del país no se hablaba de otra cosa más que de
las idas y venidas de Fernando VII y su padre Carlos IV. Que si ahora reino yo,
que si ahora tú y de corona a corona tiro porque me toca… el caso es que nunca
sabía el pueblo llano a quien le correspondía gobernar en cada momento, y no
había día que no se montase alguna disputa a la sazón:
-Carlos, el rey es Carlos IV que lo leí ayer en El País.
-Anda, ya, Pepe. Carlos IV está ya pa jubilarse, ahora manda
el hijo.
-Porque tú lo digas, ignorante. Carlos IV es el rey.
-Fernando.
-Carlos.
-¡Fernando!
-¡Carlos!
Y así una y otra vez, que no se podía aguantar tanta
crispación… para quitarle hierro al asunto a los más jóvenes les dio por
incorporar el término a su jerga particular:
-Jo, Juanchu, no abdiques tío… que el plan mola.
O lo que es lo mismo:
-Jo, Juanchu, no te rajes tío… que el plan mola.
Y la culpa la tenía el toca narices del Napoleón, que todo
lo quería pa su imperial saca. Como ya os hemos contado, dominado por el ansia de aislar a Inglaterra decidió invadir Portugal, y de
paso, se estaba dando un paseíllo por las Españas a ver cómo estaba el cotarro. Total,
que el ejército francés entró en la Península el 18 de octubre de 1807,
mientras Eugenio Izquierdo y el general Duroc pactaban el Tratado de Fontaibebleau
para ir repartiendo los solares de Portugal entre los franceses. El ejército de
Napoleón era, ante todo, discreto: elegante,
silencioso, con ese saber estar que sólo poseen los franceses… un ejército pequeñín pero organizado, que iba
entrando a “cuentagotas”: 22.000
efectivos de infantería y 3500 de caballería el 22 de diciembre, 25000
efectivos de infantería y 2700 de caballería el 9 de enero, 11000 efectivos de
infantería y 1700 de caballería el 13 de febrero, otros 19000 hombres en marzo…
vamos, más bien poca cosa, que ni ruido hacían por los caminos.
Hasta que en una ocasión Godoy, que no podía dormir porque
la reina había pasado de él aquel día, se puso a contar soldaditos franceses en
un intento desesperado por conciliar el sueño: un soldadito, dos soldaditos,
tres soldaditos, cuatro soldaditos… ¡y así hasta 100.000! Y oyes, que 100.000
soldados ya no es moco de pavo y al valido se le puso cara de tonto:
-¿Pues no
nos estarán invadiendo los gabachos estos? ¿Habrase visto tal desfachatez? Que
ni se han molestado en avisar, ya le vale a Napoleón, por lo menos nos debería
haber mandado un sms, carambas… yo por si las moscas me voy con el Carlos y su
paisana pa las Américas, que aquí
huele a chamusquina y aún se me va a caer el pelo.
Lo que pasa es que el pueblo era eso, pueblerino, pero no
tonto, y bien que captó las intenciones de huida a la monarquía. Claro, Carlos
IV quedó como un gallinas, le entró la vergüenza real y, presionado por la
multitud, no tuvo más remedio que abdicar en su hijo Fernando a día 19 de
marzo, en Aranjuez.
No os podéis ni imaginar el fiestón que montó Fernando
cuando le dieron la noticia. De hecho, en ese momento surgió la centenaria
tradición del botellón, exitosamente mantenida generación tras generación hasta
nuestros días. Se dieron cita en una plazoleta el nuevo Rey y todos sus
congéneres, junto a una importante representación de las facultades madrileñas.
La verdad es que a Fernando la cosa se le fue de las manos, él solo quería un
poco de parranda con los colegas más íntimos, pero no se dio cuenta de que el
evento que había creado en Facebook era abierto… y ya sabéis lo que pasa en
esos casos: yo te invito a ti, tú a otros cuatro y esos cuatro a otros seis
cada uno… ¡¡Si fue hasta algún francés de los del ejército napoleónico al que
le llegó la noticia por el móvil!! A lo tonto se juntó tanta peña que tuvo que
intervenir la Guardia Civil, más que nada por disimular y que pareciera que
hacían algo ante las protestas del vecindario por el monumental ruido que
emergía de la plaza (pero ya se sabe que a Fernando, por ser Rey, ni le
llamaron la atención ni nada).
Aunque no tiene mucha importancia en lo que a la Historia de
España se refiere, no podemos dejar de plasmar en este libro el gran cotilleo
de aquel botellón: Fernando VII se lió con una de las estudiantes más populares
de Biología, que se llamaba Ana. Se dice la chica le llegó tanto, pero tanto,
tanto, a la patata, que se enamoró locamente
y hasta le pidió matrimonio. Lo que ocurre es que Anita no era de vestir
esos trajes tan recatados que lo petaban en la corte, y le dijo que no, que
estaba muy liada con su tesis sobre la Drosophila
y que pasaba de compromisos, y más, si eran de sangre azul. Posteriormente
inició una trepidante carrera como artista por todos los teatros del país, pero
ese ya es otro cuento…
3 comentarios:
Madre mia las que se lian por la corona... seguro que era el Mujeres Hombres y viceversa d ela epoca xDD
Andaaa lo del botellón, ya sabía yo que tanta afición nos viene de lejos, pues menudo cagueta el Carlos IV.
He venido en el viaje cultural qure mensualmente me doy. Por favor, no volvais a dejarme en la ignorancia.
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