martes, 10 de septiembre de 2013

SIGMUND FREUD

                                                       

Se llama Freud, pero se pronuncia Froiz, como los supermercados. Es el padre del psicoanálisis, de la terapia del habla. A él le debemos agradecer el hecho de que tu novia lo quiera arreglar todo hablando, de que tus amigas te den la lata durante horas al teléfono hablándote de su ex (bueno, eso también es un poco culpa de Bell) y de que los hombres de los que nos enamoramos nos aburran soberanamente con sus traumas de la infancia. Con él empezó la modernidad, el vamos a hablar durante horas…¡¡Joder, Sigmund, menuda has liado!! ¡¡Que a ti, al menos, te pagaban, majo!!
A ver, que lo de hablar es lo de menos, que Sigmund era un hombre y él, como cualquier hombre, pensaba en lo que pensaba, concretamente en sexo. Siempre. A todas horas. Desde que tenía uso de razón. Sexo. Y cuando le decían eso de: pues cuando estés salido imagínate a tu madre, Sigmund no se andaba con rodeos: Andaaa, a mi madre, a esa si le tengo yo ganas desde hace tiempo…
Pero empecemos por el principio, Sigmund nace en la República Checa un 6 de Mayo de 1856, hijo de un comerciante de lanas y hermano mayor de cinco hermanas, cuando tiene 5 años ve desnuda a su madre y jamás logra superar el trauma, si a esto le unimos el vivir aguantando los síndromes premenstruales de 6 mujeres, el resultado no podía ser otro. Le hubiera podido pasar a cualquiera.
Estudia medicina en la Universidad de Viena y al terminar se queda con una beca de I+D ( ¡Ay! el siglo XIX, ahí si que se invertía en investigación.¡¡Que inventacos!!) Ahí, en sus años locos de estudiante (Todos hemos visto American Pie) descubre la cocaína y se hace firme defensor de esa droga tan cool. Escribe un montón de artículos ensalzando sus propiedades e incluso experimenta un poquito con un amigo suyo, Ernest Jones, que era adicto a la morfina:
-Nes, en serio, ¿morfina? ¡Que atraso, chaval! Te voy a dejar aquí lo más IN en drogas, recién salido de la Uni, esto te va a curar todos los males, te va a poner como una moto y te hará un hombre nuevo en dos días.
Lo que no tuvo en cuenta Freud fueron los efectos adictivos y secundarios, así que el pobre Ernesto sumó una adicción más a su lista y acabó muriendo por esto. (Aquí es donde hacemos el inciso de que la droga mata, niños. Droga, caca. No intentéis nunca esnifar ni inyectaros nada en casa sin la supervisión de un adulto)
Con el susto del empeoramiento de su amigo toxicómano y eso, Freud decide cambiar de vida y hacerse un hombre de provecho. En 1886 se casa con Martha Bernays y abre una clínica privada especializada en desordenes nerviosos. Empieza a tratar trastornos de histeria (asociada hasta entonces con el noble hecho de tener útero) y la neurosis, con métodos tan fiables como la hipnosis o la asociación de palabras. Pa mear y no echar gota, Sigmund. ¡¡Tocate los huevos, Mariloli!! Que conseguir ser respetado con semejantes chorradas merece que se quiten el sombrero. Al ver que  el chiringuito iba viento en popa, ya se creció y compró un sofá, así rollo diván, para ver si los pacientes poniéndose cómodos empezaban a largar, lo que comúnmente se conoce como “el efecto peluquería”. Que así, no hacía falta ni sonsacarles, ni atenderles, ya se curaban ellos sólitos. Que mientras los pacientes estaban ahí con sus ralladuras mentales, sush líosh europeos (aquí ) y sus cosas, Freud pintaba monigotes y hacía sudokus nivel avanzado.

En 1899 escribe La interpretación de los sueños,en donde hace un análisis profundo y exhaustivo de los sueños de sus pacientes, intentado llegar a las conclusiones más lógicas posibles:
-He soñado con un peine...
-Falta de pene.
-En mis sueños me atacan caballos...
-Aham... falta de pene.
-Tengo pesadillas con ratas...
-Mmmmm ...déjame pensar... Falta de pene.
-Pero si soy un hombre, soy heterosexual, y me voy a casar pal mes con mi novia...
-¡¡Me da igual!! Fal-ta-de-PE-NE
Esto a Freud le va de maravilla, que se ve que en el siglo XIX había una falta de pene loca. Así que le empiezan a llover los reconocimientos y los premios. Sigmund flipó mucho, porque es pa flipar, y se pone más contento que unas pascuas:
-¡¡Toma, toma!!¡¡Flipa, flipa!! La liada padre, anda que si os gusta esto tengo unas teorías sobre la infancia que os van a dejar a todos locos.
Y ahí ya deja volar la imaginación con la fase oral, la fase anal, la fase fálica, con el complejo de Edipo, con la envidia del pene que desarrollan las niñas cuando se enteran de que no tienen colita...

En fin, unas teorías apasionantes que es mejor que os las explique Freud en persona porque a mi me da la risa... Se sigue creciendo con el ello, el yo, y el superyo, con la líbido y las pulsiones ...(En serio, no os voy a explicar nada de esto, abrid ahí una ventanita con el google, ¡¡hacedme el favor!!)
En 1938 empezó a tener problemas con la Gestapo, porque él era un poquitín judío, y quemaron todos sus libros públicamente. Le hicieron mazo mobbing y al final se acabó marchando del país, pero antes tuvo que firmar un papelucho, de esos como los que te hacen firmar los médicos en las operaciones para curarse en salud, asegurando que el régimen nazi lo había tratado con mucho respeto. Freud lo firmó sin problemas y hasta les dejó una dedicatoria y todo: Recomiendo calurosamente la Gestapo a cualquiera.
Se fue a Londres y se dedicó a dar charlas sobre penes y niños salidos y de histéricas y de falta de sexo, de ahí el mito de la mal follada (Esto me lo estoy inventando yo, pero creo que es verdad). Sus últimos años estuvo muy malito porque tenía cáncer en el paladar (sus papás seguro que le habían lavado muchas veces la boca con lejía por decir tantas barbaridades) y al final, y después de 33 operaciones que le produjeron diversas dificultades en el habla, acabó pidiendo al médico que acabara con su sufrimiento. Murió el 23 de septiembre de 1939 después de que le administraran 3 inyecciones de morfina.

Por último me gustaría destacar ciertas curiosidades de este genio (o de este loco, ¡¡siempre es tan fina la linea!!). Le tenía fobia a los helechos y al número 62, sólo tenía tres trajes, tres mudas de ropa interior y tres pares de zapatos, aprendió el castellano él sólito en su época de estudiante para poder leer a Cervantes en su lengua original y, sobre todo, era un cachondo metal que te cagas. Después de pasarse la vida hablando de sexo era capaz de sorprenderte con golpes de efecto como : Señores, a veces, un cigarro es sólo un cigarro. O cosas como: La gran pregunta que todavía no he podido responder a pesar de mis treinta años de investigación femenina es ¿que quiere una mujer?. Y yo me pregunto: Simón, después de todo lo leído, ¿en serio hace falta que contestemos? Pues lo que quiere todo el mundo. ¡¡ UN PALOOOOOO!!

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