miércoles, 1 de junio de 2011

EUGENIA DE MONTIJO

María Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick nació en Granada en 1826, y  era conocida también por los nombres de Condesa de Teba, Marquesa de Moya, Marquesa de Osera, Condesa de Ablitas, Condesa de Baños, Condesa de Mora, Condesa de Santa Cruz de la Sierra, Vizcondesa de la Calzada y Dama de la Real Orden de María Luisa… aunque al final todo quisque le decía la de Montijo, que no es tan glamouroso ni tan digno de una emperatriz, cosa que a ella la ponía muy de los nervios, pero que no podía remediar.
Ya desde niña le gustaba presumir:
-          Que si yo esto, si yo lo otro, que si tengo el pelo rojo y mi hermana Paca es más fea aunque mamá diga lo contrario, y además tiene los pies muy grandes y eso no pega con una señorita fina. Fíjate tú si soy chachi, que nací en el jardín de palacio justo en medio de un terremoto… eso algo querrá decir.
Y si le preguntaban qué quería ser de mayor respondía:
-          De reina p´arriba… pa darle bien en los cuernos a la duquesa de Alba que es una  hortera, y a mi hermana Paca que va de beata y culta…
Eugenia fue educada en París en un colegio de monjas… años que recordaría siempre con tristeza, porque no le gustaba rezar... lo que de verdad quería era salir de botellón con los coleguis (que a la botella de ajenjo le daba más que bien). En las noches de luna llena, sobre todo si eran de viernes o sábado, trepaba por los muros del convento y se escabullía a hurtadillas para alternar con filósofos y escritores:
-          Que no eres tú Gerard… en serio, soy yo… te dejo porque tienes aspiraciones literarias demasiado elevadas… tú no pegas conmigo que voy a ser emperatriz, dentista o presidenta del gobierno… lo que necesitas es una filósofa bien instruida, para debatir sobre el rollo de existir y esas movidas.
De este modo tan elegante conoció y embaucó a muchos tipos, pero con ellos no pasaba de dos o tres besitos, ¡y a mucha honra!
-          Lo de no yacer con varón a mi, ni me va, ni me viene…luego me llaman “Montijo la calienta pollas de oficio”, pero mi himen va a valer por lo menos un imperio, si no lo sabré yo.
El 30 de enero de 1853 apareció la oportunidad que tanto anhelaba. Acudió en compañía de su madre (que se las sabía todas) a los bailes que dio el príncipe Luís Napoleón en el Palacio del Eliseo cuando se convirtió en presidente de la Segunda República. Como era pobre sufrió mucho para conseguir atuendo a la altura del evento, y por joyas no tuvo más que flores naturales. Lo que ocurre es que nuestra condesita poseía eso que llaman encanto natural, savoire faire, saber estar (aún a pesar de males menores como el ajenjo) y todo lo que se ponía encima salía al día siguiente en Ragazza y en la Cuore. Hay que ver cómo se pirraban las jovenzuelas para parecerse a ella. Zara le imitaba las faldas y vendía camisetas con su foto y todo. Si no llega a cruzarse un emperador, habría caído un futbolista. El caso es que tanto triunfaba su look, incluso el colutorio que se mandó hacer porque el aliento le olía a ajo, se puso de moda.
La fiestuqui fue para flipar. Había muchas luces de colores en palacio, larguísimas mesas llenas de patatas fritas, croquetas, aceitunas, calimocho y Fanta… que si, que era algo imperial, pero ante todo lo que había eran ganas de marcha, y para una ocasión tan especial ¡se pasó muy mucho de complicaciones como el caviar o el champagne!
Eugenia se paseaba muy digna del brazo de su madre, que no hacía más que meter la pata con sus indiscreciones.
El momento tan esperado llegó al fin cuando se cruzó con el futuro emperador, que andaba muy deprimido desde que una tal Adelaida pasó de él porque le gustaba el reggaeton y ella era más de Sabina y Serrat. Qué decepción para Eugenia:
-          Vaya por dios, qué desventura la mía, que para ganarme  un imperio he de ligar con semejante mentecato, ¡que parece un hobbit, tía, y además, calvo y cursi!. Anda qué, más lista fue la lagarta mi hermana, que tísica y todo engatusó al Duque de Alba…
Pero exhibió su sonrisa más hermosa, y todas las técnicas de seducción que le había enseñado su colega Don Próspero Merimée:
-          Tú compórtate con naturalidad. Cuidado con el maquillaje no vayas a parecer un putón. Cabeza erguida y paso decidido, lo de las reverencias ya sabes cómo se hace. De vez en cuando ve al baño con la excusa de empolvarte el rostro, te paseas por los salones y chocas casualmente con el burro del Napoleón. Si te mira a la cara pestañeas como una niña buena. El momento álgido, el momento en el que debes mantener la calma, tu momentazo… será durante el baile imperial, cuando bajen la intensidad de la luz y empiecen con las lentas del Bisbal y Tito el Bambino… te acercas como quien no quiere la cosa y le rozas el bigotito.
Las ideas de don Próspero eran brillantes, tanto que la boda entre la Duquesa y Emperador se celebró el 30 de Enero de 1853. Antes de casarse, el futuro marido dijo:
-          Prefiero casarme con una mujer a la que amo y respeto que con una desconocida, con la que una alianza podría tener ventajas mezcladas con sacrificios.
El pobre, ¡¡convencido de ser la repolla y de que la tenía loquita por sus huesos!! Y por quien suspiraba su consorte era por Fernando de Lessepes, que dónde va a parar: inteligente, culto, con ese punto picantón que dan las canas (para entendernos, ese punto sexy del Richard Guere o el George Clooney). Tendría que contentarse con compartir con su amor platónico, a lo sumo, un poquito de sexo en la mirada, que se palpa o no se palpa, se siente o no se siente, pero mola mazo.
Tras el casamiento Eugenia no se limitó a ser ama de su imperial domicilio, que para eso ya contrataba niñeras y personal de cocina… Ella era una mujer educada e inteligente, lagarta de altas miras, pero también tierna y, a veces, incluso algo de izquierdas (de hecho tuvo su época de Democracia Real Ya, y hasta hizo acampada con otros colegas en el Obradoiro!). Después del nacimiento de su único hijo en 1856, decidió tomar parte activa en la política del Segundo Imperio; con más éxito unas veces (impulsando la inauguración del Canal de Suez o las investigaciones de Pasteur con la vacuna de la rabia) y menos otras (como cuando secundó las desafortunadas intervenciones exteriores del imperio: la invasión chafada a México y la guerra contra Prusia).
Tras la caída del Segundo Imperio Francés, la familia se exilió a Inglaterra. Y va y les tiene que ayudar el dentista imperial, ¡sí, si! El mismito del colutorio anti-ajos, y que además en esos momentos le estaba haciendo a Eugenia un súper blanqueamiento dental que era la monda.
A la muerte del emperador en 1873, Eugenia se retiró a una villa en Biarritz en la que vivió alejada de los asuntos de la política francesa. Alcanzó ese punto pleno de paz espiritual, leía a tope, paseaba por la playa… se compró una cámara de fotos, y estaba tan a gusto consigo misma que todas las fotos eran foto perfil, y todos los días añadía un nuevo estado, lleno de inspiración, en el Facebook: “Disfrutando del océano”,  “Hoy reflexiono sobre el qué, el quién y el cuándo”, “Pensando en el Mausoleo perfecto para mi querido marido”, y también “De cañas con la peña” y “Acicalándome para la noche como si no hubiera mañana”.

Pero la suerte se la tenía preparada: su único hijo pereció en Sudáfrica (1879), muerto por los zulúes.
La ex emperatriz murió el 11 de julio de 1920 a los 94 años en el  Palacio de Lira (Madrid), durante una de sus visitas a España, y da igual de qué, porque a esa edad uno se puede morir de lo que le dé la gana, y más si ha sido una tía buena, condesa, lagarta, emperatriz y política. Años más tarde se la sigue recordando, e incluso se han sacado algunos temitas musicales de dudosa calaña, que dicen eso de “Ououou-uo, ououou-uo, y ahora que me quiten, que me quiten lo bailao”.

8 comentarios:

un ratón dijo...

Ofú!! la que había que liar en esa época para estar en la cresta de la ola ehhh, ahora tu vas a sálvame y dices que te has acostado con un torero y te hacen princesa del pueblo, na más y na menos...

Maeglin dijo...

Dama dama de alta cuna y de baja cama.
Y de postre perro flauta!! Joia la Eugenia muy joia!!

Larisa dijo...

¿Hacemos acampada en el Obradoiro? Hace años que no piso Santiago y ya va tocando. Morriña.

De mayor quiero ser vizcondesa de la Calzada. Suena como muy de chiste.

Besísimos transparentes.

Amaranta dijo...

No tenía títulos, la pobre. Seguro que cuando alguno se le cruzaba le gritaba "¿Ande vas sin título? Yeeepa"

Larisa dijo...

¡Eh! ¡No más flúor en el agua!

(Cañita Brava in mai jer)

Miguel Baquero dijo...

Juajuajuajuajua No respetas ni lo más sagrado, ni a la emperadora de Francia ;-)

Anónimo dijo...

Curioso que hasta hace no mucho aun andaban por Europa estos personajes históricos de otra era. A fin de cuentas, murio cuando aun estaban naciendo o eran jovenes nuestros abuelos!

estonoesunblogdehistoria dijo...

Un ratón, si, si, en esa época tenías que camelarte al menos un emperador, ahora con un ex concursatne de GH ya es suficiente jeje

Maeglín, todo un personaje la de Montijo..

Larisa, ¡no se puede estar años sin pisar Santiago!! No hay Ave, pero hay un camino para venir andando desde casi cualquier sitio jeje

Amaranta, seguro, seguro que miraba con despreciio a los que no eran condes de dos o tres cosas...

Miguel Baquero, jajajaj con todo el respeto del mundo lo hacemos eh! jaja

Anónimo, La verdad es qeu parece que estos personajes pertenecen a siglo XV y como bien dicen estaban por europa hace nada...