miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA






CAP 2: MOVIDÓN EN BAYONA  O QUE RULE ESA CORONA.

Yo abdico, tú abdicas, él abdica, nosotros abdicamos, vosotros abdicáis, ellos abdican… De esta guisa se instruía a los niños españoles en el noble arte de la conjugación verbal a principios de 1808. En las concurridas calles de las villas del país no se hablaba de otra cosa más que de las idas y venidas de Fernando VII y su padre Carlos IV. Que si ahora reino yo, que si ahora tú y de corona a corona tiro porque me toca… el caso es que nunca sabía el pueblo llano a quien le correspondía gobernar en cada momento, y no había día que no se montase alguna disputa a la sazón:

-Carlos, el rey es Carlos IV que lo leí ayer en El País.
-Anda, ya, Pepe. Carlos IV está ya pa jubilarse, ahora manda el hijo.
-Porque tú lo digas, ignorante. Carlos IV es el rey.
-Fernando.
-Carlos.
-¡Fernando!
-¡Carlos!

Y así una y otra vez, que no se podía aguantar tanta crispación… para quitarle hierro al asunto a los más jóvenes les dio por incorporar el término a su jerga particular:
-Jo, Juanchu, no abdiques tío… que el plan mola.
O lo que es lo mismo:
-Jo, Juanchu, no te rajes tío… que el plan mola.
Y la culpa la tenía el toca narices del Napoleón, que todo lo quería pa su imperial saca. Como ya os hemos contado, dominado por el ansia de aislar a Inglaterra decidió invadir Portugal, y de paso, se estaba dando un paseíllo por las Españas a ver cómo estaba el cotarro. Total, que el ejército francés entró en la Península el 18 de octubre de 1807, mientras Eugenio Izquierdo y el general Duroc pactaban el Tratado de Fontaibebleau para ir repartiendo los solares de Portugal entre los franceses. El ejército de Napoleón era, ante todo, discreto: elegante,  silencioso, con ese saber estar que sólo poseen los franceses…  un ejército pequeñín pero organizado, que iba entrando a “cuentagotas”:  22.000 efectivos de infantería y 3500 de caballería el 22 de diciembre, 25000 efectivos de infantería y 2700 de caballería el 9 de enero, 11000 efectivos de infantería y 1700 de caballería el 13 de febrero, otros 19000 hombres en marzo… vamos, más bien poca cosa, que ni ruido hacían por los caminos.

Hasta que en una ocasión Godoy, que no podía dormir porque la reina había pasado de él aquel día, se puso a contar soldaditos franceses en un intento desesperado por conciliar el sueño: un soldadito, dos soldaditos, tres soldaditos, cuatro soldaditos… ¡y así hasta 100.000! Y oyes, que 100.000 soldados ya no es moco de pavo y al valido se le puso cara de tonto: 
-¿Pues no nos estarán invadiendo los gabachos estos? ¿Habrase visto tal desfachatez? Que ni se han molestado en avisar, ya le vale a Napoleón, por lo menos nos debería haber mandado un sms, carambas… yo por si las moscas me voy con el Carlos y su paisana pa las Américas, que aquí huele a chamusquina y aún se me va a caer el pelo.

Lo que pasa es que el pueblo era eso, pueblerino, pero no tonto, y bien que captó las intenciones de huida a la monarquía. Claro, Carlos IV quedó como un gallinas, le entró la vergüenza real y, presionado por la multitud, no tuvo más remedio que abdicar en su hijo Fernando a día 19 de marzo, en Aranjuez.

No os podéis ni imaginar el fiestón que montó Fernando cuando le dieron la noticia. De hecho, en ese momento surgió la centenaria tradición del botellón, exitosamente mantenida generación tras generación hasta nuestros días. Se dieron cita en una plazoleta el nuevo Rey y todos sus congéneres, junto a una importante representación de las facultades madrileñas. La verdad es que a Fernando la cosa se le fue de las manos, él solo quería un poco de parranda con los colegas más íntimos, pero no se dio cuenta de que el evento que había creado en Facebook era abierto… y ya sabéis lo que pasa en esos casos: yo te invito a ti, tú a otros cuatro y esos cuatro a otros seis cada uno… ¡¡Si fue hasta algún francés de los del ejército napoleónico al que le llegó la noticia por el móvil!! A lo tonto se juntó tanta peña que tuvo que intervenir la Guardia Civil, más que nada por disimular y que pareciera que hacían algo ante las protestas del vecindario por el monumental ruido que emergía de la plaza (pero ya se sabe que a Fernando, por ser Rey, ni le llamaron la atención ni nada).

Aunque no tiene mucha importancia en lo que a la Historia de España se refiere, no podemos dejar de plasmar en este libro el gran cotilleo de aquel botellón: Fernando VII se lió con una de las estudiantes más populares de Biología, que se llamaba Ana. Se dice la chica le llegó tanto, pero tanto, tanto, a la patata, que se enamoró locamente  y hasta le pidió matrimonio. Lo que ocurre es que Anita no era de vestir esos trajes tan recatados que lo petaban en la corte, y le dijo que no, que estaba muy liada con su tesis sobre la Drosophila y que pasaba de compromisos, y más, si eran de sangre azul. Posteriormente inició una trepidante carrera como artista por todos los teatros del país, pero ese ya es otro cuento…

3 comentarios:

juanjomoga dijo...

Madre mia las que se lian por la corona... seguro que era el Mujeres Hombres y viceversa d ela epoca xDD

Lectora dijo...

Andaaa lo del botellón, ya sabía yo que tanta afición nos viene de lejos, pues menudo cagueta el Carlos IV.

mera dijo...

He venido en el viaje cultural qure mensualmente me doy. Por favor, no volvais a dejarme en la ignorancia.